2007/12/11

Pinches Intelectuales

Andrés Pascoe Rippey reportando para Replicante

Este fue el invierno más crudo en Chile en los últimos 35 años. Nevó en el centro de Santiago, cosa que no había sucedido en más de década y media. Las temperaturas promedio en las mañanas rondaban los 4 grados bajo cero, haciendo las caminatas al trabajo una experiencia entre emocionante y aterradora.
Y mientras yo me congelaba el trasero, Letras libres preparaba un halagador número sobre esta patria.
La revista consiguió un buen repertorio: Patricio Navia, un inteligente y reputado analista chileno, contó una breve versión de la historia reciente de su país, en el cual reflexiona sobre los logros, errores y retos de la Concertación, evalúa a la derecha chilena y critica al gobierno de Bachelet; Ricardo Lagos escribió sobre su filosofía política, como parte de su discreta campaña presidencial; exiliados escribieron sobre su ausencia y su regreso. Rafael Gumucio, un famoso y agudo editorialista, analiza los fantasmas de su transición política. La revista entera resulta un ejercicio entretenido e interesante de chilenos mirándose a sí mismos de forma crítica y mexicanos mirándolos de forma complaciente. Pero al final me dejó una sensación un poco desagradable —la misma que me queda en ocasiones cuando leo Letras Libres. Esa sensación se podría describir como pinches intelectuales.

Pinches intelectuales chilenos, porque han permitido que se convierta en moneda común y políticamente correcta la noción de que “Pinochet fue malo en Derechos Humanos pero bueno en Economía” cuando es una total falacia. Pinochet dio tumbos en materia económica durante 14 de sus 17 años en el poder, a pesar de haber contado con enorme apoyo financiero estadounidense. Tuvo colapsos económicos, se disparó el desempleo (llegó al 30% en 1982), tomó medidas antieconómicas como congelar el tipo de cambio y privatizó hasta a su hermana (eso sí, el cobre se salvó). No sentó bases particularmente novedosas ni fue muy responsable. El neoliberalismo económico pinochetista no generó riqueza ni prosperidad, sino concentración. Los datos demuestran que a finales de los ochentas la distribución del ingreso era peor y había más pobreza que en los sesentas. Fue hasta los noventas que se detuvo la fuerte tendencia al deterioro que existió durante el régimen de Pinochet (No me crean a mí, lean Entre el Neoliberalismo y el Crecimiento con Equidad, de Ricardo Ffrench-Davis, J.C Saéz Editor, 2003).

Lo distintivo fue, entonces, la gente. La verdad de las cosas es que si Chile floreció después de la dictadura fue por características profundas y arraigadas en su extensa clase media: austeridad, responsabilidad en el pago de deudas, consumo continuo, baja corrupción y una institucionalidad que sobrevivió a la opresión. Estas son características de un pueblo cuya historia no empezó ni con Allende ni con Pinochet.
Pinches intelectuales mexicanos también, como los que hacen Letras Libres, porque no superan ese tono envidiosito que tienen con Chile, ese “ojalá fuéramos así”. No es que no lo entienda: es un cliché decir que Chile es el ejemplo de Latinoamérica, que son una potencia económica y un modelo político. Pero lo que muchos pierden de vista es que la sociedad chilena sufre profundos rezagos que la marcan y no deben ser menospreciados.
Para empezar, Chile está afectado por un intenso y profundo clasismo, sólo equiparable al de Celaya. El racismo contra los indígenas es casi una institución y la violencia policiaca es socialmente aplaudida y estimulada. No olvidemos que el lema nacional es “Por la razón o por la fuerza”, y se pone en uso cada vez que hay una marcha.
Tener un “buen” apellido es la más grande cualidad de un chileno y esto se acepta de forma transversal: incluso las elites progresistas reconocen la descendencia familiar como una señal imborrable de calidad personal.
La discriminación está legalizada, en particular contra los ateos: muchas de las mejores escuelas no permiten la inscripción de niños cuyos padres no están bautizados o son divorciados. Hay un enorme sesgo en el sistema educativo, que está diseñado para perpetuar la profunda brecha social. Sólo Allende se atrevió a meterse a democratizar las escuelas, y miren cómo le fue.
El 90% de los medios de comunicación son controlados por dos o tres grupos, todos abiertamente comprometidos con la derecha más rancia y anacrónica. Nadie le ha exigido al Mercurio que rinda cuentas por su apoyo acrítico a la dictadura, ni por ocultar información.

Pablo Longueira, líder ultraconservador del partido proto-pinochetista UDI
Chile es un país profundamente puritano (el divorcio se legalizó en 2004, ¡por favor!), y eso tal vez está relacionado con su éxito económico. En efecto, el chileno de hoy está obsesionado con pertenecer a la “gente como uno”, tener mucha plata e ir a los lugares de moda. Esa histórica clase alta chilena, que sueña con ser realeza, se ha convertido en una versión caricaturesca de sí misma, demasiado concentrada en el comercio y muy poco en la cultura que, antaño, le daba su convicción de ser “elite”. La permeabilidad social es un mito y ascender en el estrato social es casi imposible.
Pero, sobre todo, es un país con muy poco sentido del humor. Si no me creen, averigüen: acá todavía leen a Condorito. Hay un sólo medio de sátira política, The Clinic. Nada más.
Chile me gusta, vivo bien y le aprecio muchas cosas, en particular la pequeñísima corrupción. Santiago es una ciudad que parece estar despertando, abriéndose a un nuevo cosmopolitismo. Cada vez hay más marcas de cerveza, señal indiscutible de sofisticación. También hay más arte y teatro, señales menores de sofisticación. Hay una pequeña pero pujante burguesía ilustrada que busca una renovación cultural. También le reconozco otra cosa a Chile: su futuro. Con todos sus defectos, la sociedad chilena está progresando; se siente una renovación en los códigos sociales, en las relaciones interpersonales, en las cosmovisiones. Mientras que México, nuestro querido México, parece estar irremediablemente atrapado en una triste mezquindad social, política y cultural. No veo, hoy día, por dónde nuestra patria podrá dar el brinco que la ponga a la par, en calidad de vida, con Chile.
Pero les digo, santos intelectuales, mucho ojo con lo que desean. Porque también hay cosas temibles.
Este 11 de septiembre fue el primer aniversario del golpe de Estado con Pinochet muerto, y mi sensación es que el daño que esa tiranía causó a los chilenos aún persiste. A pesar de que todos los sectores han hecho importantes esfuerzos por cerrar heridas, la verdadera transición será cuando no sólo se superen los daños, sino los valores de la dictadura: el dinerismo, el clasismo y el elitismo. Y para eso falta un poco.
Eso sí, el invierno ha terminado. Se viene la calor... ®

LA SEÑORA PRESIDENTA.
Michelle Bachelet, la primera mujer en alcanzar la presidencia en Chile, rostro de la reconciliación, hija del emblemático General Bachelet que murió en los calabozos de la dictadura, llega a su segundo año de gobierno con la popularidad más baja en la historia de un gobernante de la Concertación. A pesar de que los números muestran una caída importante en la pobreza, una mejora en el empleo y una economía dinámica, los chilenos parecen estar descontentos. Amplias y recurrentes movilizaciones populares, grietas visibles en la Concertación, fracasos resonantes en transporte público y en comunicación, han aislado a la presidenta y dan la impresión de que es un gobierno débil o ineficaz. Encuestas revelan cansancio con la Concertación, aunque la oposición es igualmente mal evaluada. El clima político está tenso y se habla de falta de gobernabilidad. Bien podría ser el último gobierno de la Concertación como la conocemos, una asociación política que sólo dentro del poder puede mantenerse unida. Eso, a menos de que Michelle despierte y retome el control de la agenda política.

5 comentarios:

Horacio dijo...

oRA si puto ya te cayo el chamuco y que pedo con los comentarios de tu otro vloj!?
aca leyendote,

Horacio dijo...

complacencia= Enrique Krauze y letras libres, no podría estar más de acuerdo.

Horacio dijo...

Has leído a Slavoj Zizek y sus ondas de analisis lacaniano-marxista de las naciones que han sufrido traumas como el de Chile o el de su propia ex-Yugoslavia?

Echale un ojo, creo que te latería bastante... a menos que ya lo conozcas y entonces pus ya me callo,
saludos,

Unknown dijo...

Carnal! Que bueno saber de tí! No, no he leído a Zizek, pero lo voy a buscar. Suena muy adecuado...
Abrazos

Horacio dijo...

oye mano a ver si ya escribes mas no? no seas so guevon!